En nuestro país somos relativamente ricos a la hora de contar con relatos, más menos acertados, de nuestra realidad. Desde los que realizaron viajeros ajenos como Aymeric Picaud, Wilhem Von Humboldt o Louis Lucien Bonaparte, hasta los dibujados en los escritos de diversos compatriotas, desde Augustin Xaho a Sabino Arana, desde Arturo Campión a Federico Krutwig. Las miradas mágicas hablan de nuestros paisajes, de nuestras gentes y costumbres, de un país a los dos lados de los Pirineos, de guerreros montañeses, de hablas ininteligibles, de Tubal, de Aitor, de las libertades primitivas, de fueros, de robles y juramentos, en fin, de un pueblo distinto a los de su entorno, ni mejor ni peor, que lucha por recobrar la libertad perdida en una agonía perpetua que unos cifran que arranca en la noche de los tiempos, otros en1512, otros muchos en la abolición de los Fueros en el siglo XIX y algunos más en la derrota de la guerra de 1936.
Sin embargo, entrados ya en el siglo XXI, parece ser hora de poner las cosas en su sitio. Quiere decirse que aparte de seguir especulando sobre el origen remoto del euskara, la importancia del factor Rh o los vínculos de Euskal Herria con la diáspora, tenemos que empezar a saber cosas elementales de nosotros mismos. Es decir, cuántos somos, que territorio poblamos, cual es la edad media de la población, qué renta per cápita disfrutamos, que porcentaje de familias monoparentales existen sobre el total de las existentes en el país o cuantos hogares se encuentran conectados a internet.
La desestructuración que sufre el país, principalmente desde la conquista por parte del reino de Castilla de nuestra región más occidental, agravada más tarde con la ocupación de la Alta Navarra y la posterior disolución del Reino de Navarra en la monarquía francesa -y tras la revolución, en la República- nos ha llevado a un escenario resquebrajado en el que el contaje nacional se hace muy dificultoso, sea cual sea la materia a tratar. Sumar, restar, multiplicar o dividir en clave nacional no es asunto fácil y los profesores universitarios, economistas y sociólogos que abordan esas tareas bien lo saben. Tenemos sendos institutos de estadística para la CAV y Nafarroa Garaia y nada que se le parezca para Lapurdi, Nafarroa Beherea y Zuberoa. Pero es que, además, hay conceptos a analizar, como el número de personas en desempleo, que no coinciden, ya que bajo la administración francesa la condición de desempleado es una y bajo la administración española otra. No son contradictorias pero tampoco similares. Por lo tanto, la labor de ir construyendo una radiografía de Euskal Herria y su posterior actualización periódica se antoja como un trabajo digno de titanes.
Es cierto que algo se ha hecho y que no es necesario empezar de cero, pero en definitiva, y dada la situación política general del país, no es que no se adivine la luz al final del túnel, sino que simplemente desconocemos la longitud del mismo, su altura, su anchura, la composición del terreno en el que ha sido horadado y hasta la riqueza en minerales de las aguas que se filtran a su interior. Tras varios años de esfuerzos, contratiempos y, por qué no decirlo, desencuentros, parece que vamos a ser capaces de presentar a la sociedad una mínima herramienta -humilde pero ambiciosa- para, en un primer momento, determinar las dimensiones de ese túnel y posteriormente acercarnos a su salida y contemplar lo que nos aguarda cuando salgamos de él. Gaindegia, el observatorio para el desarrollo económico y social de Euskal Herria, va a constituirse en la linterna que alumbre ese camino, en el metro que determine su longitud, en el sistema que mida todas las variables nacionales que merezcan ser cuantificadas. Pero además debe servir para aunar voluntades, establecer discusiones y debates, generar opinión y, si se consolida, llegar a poseer una cierta autoridad en los temas que aborde, sirviendo de faro por el que puedan guiarse tantas y tantas empresas, sociedades, colectivos y organizaciones de diverso tipo que contribuyen día a día a la construcción nacional.
Gente de diversa sensibilidad política y social, de procedencias diferenciadas, empresarios y sindicalistas, profesores y alumnos, profesionales y meros autodidactas, han tomado la decisión de crear un foro amplio, abierto y generoso en el que los únicos que no tendrían sitio son todos aquellos que niegan la existencia de una nación que se extiende desde el Atturri hasta el Ebro, desde Lanestosa a Cortes. Todos los demás, quienes entendemos que Euskal Herria existe y debe seguir existiendo y que para ello debemos conocerla a fondo, evitando que nuestros propios errores de cálculo o los ataques desde el exterior pongan en entredicho su futuro, tenemos un lugar en Gaindegia. Que cada cual ocupe su asiento, nos disponemos a despegar.