Hablar de construcción de vivienda, así como de su evolución, como si se tratara de la producción de vehículos no deja de ser sorprendente. Es evidente que el de la vivienda es un mercado poco regulado, y que acapara gran parte de la riqueza acumulada en Euskal Herria (en consecuencia, una parte de nuestro PIB no deja de ser de origen especulativo). Su evolución, así pues, reside en la rentabilidad que ofrece su construcción y/o adquisición más que en la atención a una necesidad básica (y un derecho), o a una estricta planificación territorial con visión de país.
Por tanto, los datos que presentamos (ver informe), si bien no dejan de ser elocuentes en cuanto se trata de una seria fluctuación mercantil, no tienen nada que ver ni con la sociedad ni con el país que lo soporta. La construcción residencial no obedece ni a un diseño territorial de país ni a las necesidades de una sociedad como la nuestra. Se trata, en gran medida, de construir eso que quien puede invertir vaya a pagar. La continua sobreexplotación urbanística de áreas como Baiona-Donostia, el despoblamiento de ámplias zonas de Nafarroa Garaia, Araba, Zuberoa…, la pérdida de espacios valiosos donde ubicar la industria local y/o desarrollar una agricultura de cercanía que faciliten una movilidad sostenible… todo ello desequilibra nuestro territorio. En definitiva, el mercado inmobiliario ha transformado el territorio de Euskal Herria, no sólo demográficamente, también social y económicamente, sin que hayamos podido decidir sobre nuestras necesidades o anhelos de país.
Podemos concluir afirmando que el objetivo, así como el impacto, de las nuevas viviendas que se construyen en Euskal Herria es en gran medida mercantil. Aspectos como la ordenación del territorio en relación a sus comunidades y las necesidades específicas de estas son en el mejor de los casos atendidas tangencialmente en el caso de que existan terrenos con una alta “rentabilidad”. Ante este fenómeno tan universal, en Euskal Herria no disponemos siquiera de una visión de carácter nacional sobre las necesidades, los objetivos y los límites en el desarrollo de áreas residenciales (tampoco de otro tipo de áreas), por lo que actualmente asistimos a un desarrollo urbanístico orientado a intereses especulativos y en muchas ocasiones manifiestamente perjudiciales para un desarrollo estratégico de cada territorio, así como del conjunto de Euskal Herria. No se trata de no construir más vivienda, sino de que el territorio y las actuaciones que se vayan a realizar sobre él (más específicamente en áreas estratégicas de todo tipo) no dependan del impulso inversor de unos promotores. Que el afán lucrativo de la promoción urbanística no condicione la política pública en ordenación del territorio, que esa sí ha de ser estratégica y con visión a largo plazo.
Imanol Esnaola