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Un tejido productivo de país
Imanol Esnaola, coordinador de Gaindegia
Nuestro tejido productivo y su viabilidad ocupan los primeros puestos de muchas agendas. Son pocas las cuestiones que tienen un impacto tan diverso y profundo (las últimas decisiones de Fagor Electrodomésticos y la conmoción generadas pueden servir de ejemplo). Podemos decir que lo de “ganarse el pan”, o si se prefiere, el modelo productivo de Euskal Herria y su competitividad son una cuestión de país supera lo estrictamente empresarial o laboral.
La actividad productiva vasca, así como su geografía, han variado considerablemente durante los últimos siglos; se ha renovado en la medida que han evolucionado las tecnologías, las fuentes energéticas, nuestra capacitación y las oportunidades de negocio. Hemos vivido el ocaso de algunas industrias y el emerger de otras, todo ello inmerso en ciclos de maduración y obsolescencia, acompañados, en muchas ocasiones, de profundas reconversiones de impacto geográfico, tecnológico y social. Las transiciones con respecto al modelo productivo, por tanto, son procesos profundos, complejos y de gran impacto, tanto si se acierta en la apuesta como si no.
Ya sabemos, por tanto, que una transición en el modelo productivo requiere de estrategia, acuerdo, multidisciplinariedad, protección social, fomento del conocimiento y la tecnología, recursos económicos, y mucha ilusión, además de un alto grado de acuerdo, esfuerzo e iniciativa. Más, si cabe, en Euskal Herria, por lo desarrollado de su sociedad, sus estructuras inteligentes, o su actividad productiva. Y también por la división administrativa que sufrimos, además de las limitaciones impuestas a nuestro derecho a decidir en este y otros ámbitos.
[pullquote align="left|center|right" textalign="left|center|right" width="30%"] Volvemos a asistir a una nueva y severa necesidad de transformación en nuestro tejido productivo, y sabemos que las transiciones con respecto al modelo productivo son procesos profundos, complejos y de gran impacto [/pullquote]
En pleno siglo XXI, con una parte importante de las empresas inmersas en un mercado globalizado, y en medio de una profunda crisis económico-financiera, volvemos a asistir a una nueva y severa necesidad de transformación en nuestro tejido productivo. Si bien aún no conocemos cual será el modelo y la estructura productiva que nos espera, ya podemos evaluar en qué medida está afectando la crisis actual en este ámbito y los que se derivan de él (empleo, bienestar social, recaudación tributaria, equilibrio territorial).
Gaindegia, en su misión de realizar la foto de Euskal Herria, publicó el pasado mes el estudio Demografía Empresarial de Euskal Herria, estudio que nos deja algunos datos de interés. En primer lugar, Euskal Herria presenta un tupido tejido económico con un universo de 130.000 establecimientos distribuidos de forma desigual por todo el territorio; si bien prevalece el sector servicios (72,5% establecimientos / 63,3 PIB), la actividad industrial presenta importantes índices (25,1% establecimientos / 35,4 PIB), y en algunos territorios es la actividad primaria la que soporta la economía local (sobre todo, en Nafarroa Beherea y Zuberoa donde llega a ocupar el 25% de la población activa). En segundo lugar, la crisis ha golpeado con fuerza el tejido productivo desde el año 2008, y el número de establecimientos se ha reducido un 7,4%; cada vez son más las áreas de tradición industrial que pierden actividad, mientras otras áreas no llegan a disponer de una suficiente diversidad económica (Iparralde, Pirineo, áreas de montaña). Se trata de un universo tecnológicamente similar (en el ámbito industrial) a regiones como Waden-Gutenbergen, lo cual no deja de ser un indicador positivo. En cuanto a nuestra estructura productiva, unas pocas empresas tractoras se proveen de una amplia red de pequeñas empresas, y éstas últimas, a causa de su vinculación casi exclusiva a su cliente principal, no están capacitadas para desarrollar nuevos productos o explorar nuevos mercados. Y es que precisamente, las empresas más pequeñas del ámbito industrial son las menos desarrolladas tecnológicamente, al igual que las áreas de menor actividad industrial. Por último, es destacable el dato de que el 88% de los establecimientos tiene su matriz en el territorio, un índice mayor en algunas áreas de referencia, muestra de nuestro importante nivel de iniciativa.
Este breve esbozo nos presenta un horizonte donde el desarrollo futuro de nuestro tejido productivo tendrá que ocupar un lugar preferente. Los últimos años se viene hablando habitualmente de capacitación, tecnología, formación, financiación, internacionalización o fiscalidad. También de empleos dignos, protección y retribuciones a la altura de nuestra sociedad. Entendemos que hay que conjugar todos los objetivos, pero el trabajo que acabamos de presentar nos obliga a incorporar nuevos elementos a los ya citados.
[pullquote align="left|center|right" textalign="left|center|right" width="30%"] El desarrollo económico con estrategia local ha de ser un componente ineludible de nuestro proyecto económico [/pullquote]
El modelo productivo a desarrollar ha de llevar la actividad al conjunto del territorio: es evidente que habrá, y hay, áreas de intensa actividad tecnológica o industrial (ejes Gran Bilbao-Durango, Irun-Beasain), pero planificar su desarrollo también requiere generar o recuperar actividad en comarcas un poco más alejadas de los principales núcleos, disponiendo para éstos también los necesarios recursos de desarrollo. El desarrollo económico con estrategia local ha de ser un componente ineludible de nuestro proyecto económico. En este sentido, quisiéramos destacar la importancia de establecer lazos interterritoriales entre empresas, organismos de desarrollo o instituciones. En especial con Ipar Euskal Herria, sobre todo con las comarcas del interior. Unos lazos que faciliten la diversificación de su actividad económica y la creación de empleo industrial. Otro elemento fundamental es el facilitar la colaboración entre pequeñas empresas, lo que puede facilitar la revitalización de muchas áreas y estrechamente ligado a esto, el poner en marcha de iniciativas de inteligencia económica que aporten asesoramiento individualizado sobre tecnología, nuevos productos y mercados, financiación, legislación, etc. a estas empresas que se juegan la existencia día a día y que emplean al 60% de los trabajadores. En este ámbito es preciso contemplar y fomentar con facilidades específicas las alianzas entre empresas de distintos territorios de Euskal Herria.
En resumen, entendemos que es preciso apostar por un modelo que aplique criterios de equilibrio territorial y desarrollo comarcal, que facilite la cooperación entre empresas y profesionales de distintos territorios, que apueste por generar tejido productivo enraizado en el territorio y mayoritariamente con capital propio, orientado a sectores emergentes, con un importante componente de desarrollo (formación e investigación) y que apueste por generar empleo digno. Todo ello nos permitirá disponer de un país con un humus social y profesional de alta vitalidad y compromiso. No hacerlo puede significar que una parte importante de nuestro territorio y muchas empresas entren en la senda del declive, el colapso socio-demográfico y la desafección con respecto a Euskal Herria. Es una tarea de todos, un ejercicio de país.