(Artículo de opinión publicado esta semana en distintos medios)
Berria (euskera) // Noticias de Gipuzkoa (castellano)
Ante la austeridad impuesta, nuestra visión
Imanol Esnaola,
Coordinador de Gaindegia
Estos años de zozobra en lo económico devienen en un rosario de medidas y criterios “anti-crisis”, algunas propias y otras ajenas. La reducción de recursos disponibles así como la falta de crédito para nuevos proyectos ha generado un escenario donde se tambalean las verdades que en nuestra sociedad suponíamos garantizadas. Todo ello, nos guste o no, nos obliga a redefinir nuestra estrategia para ser protagonistas de nuestro futuro.
En la reunión de trabajo celebrada en junio por Gaindegia bajo el título “Consecuencias de la austeridad y los recortes españoles y franceses en Euskal Herria” y donde participaron varios especialistas de distintos ámbitos se manifestó una importante inquietud por la situación que vivimos, pero aún mayor con respecto a las consecuencias estructurales y futuras, entendiendo que ello cercena nuestras posibilidades de responder estructuralmente, con previsión y según nuestras necesidades y recursos.
Euskal Herria, como país y como sociedad, tiene ante sí el reto de imaginar y hacer posible su futuro, lo que nos obliga a superar conceptos y limitaciones previas. Si nuestro futuro ha de ser diferente habremos de pensar, actuar y organizarnos de modo diferente. No hacerlo significaría optar por el suicidio, algo que no parece estar en nuestro código de comportamiento.
La oportunidad de cambiar para encontrar nuestras respuestas en clave nacional y territorial, aún siendo conscientes del serio impacto social que sufrimos, ha de ser un escenario ilusionante, pues nos ha de permitir saltar esas tapias que quienes han ostentado el poder central tan denodadamente han ido construyendo en nuestras mentes, en las legislaciones y en el espacio. ¿Hasta cuándo asumiremos con pasividad las limitaciones para nuestra cooperación y solidaridad interterritorial? ¿Quién nos va a impedir que pensemos en clave de país y de futuro y que nos pongamos de acuerdo? Otra cosa es ejercitar dicha libertad sin injerencias centralistas, aún en el ámbito más funcional.
Sin embargo, es en este escenario en el que asistimos a lo que podríamos llamar la “austeridad impuesta” a Euskal Herria en todos sus ámbitos territoriales. En Hegoalde se impone una política institucional sin déficit, se desregula el mercado laboral, se desconoce su solvencia financiera para abordar proyectos…
Así mismo, Iparralde, cuyo punto de partida es distinto al carecer de estructuras autónomas de gestión, padece un constante reordenamiento de los servicios públicos que conlleva el traslado de los mismos fuera de su territorio. No es menos grave el hecho de no poder organizar su economía y su formación, con la constante pérdida de industria y la migración de una parte importante de sus nuevas generaciones.
Dicha fenomenología debe observarse desde varios puntos de vista. Significa usurpar nuestra soberanía, impone unos rigores ajenos a nuestra realidad, además es un serio ejercicio que desestructura aquello que se ha venido gestionando desde las instituciones propias o nuestra sociedad. Todo ello no deja de ser grave, sin embargo, resulta aún más grave que dicha austeridad impuesta nos limite por ley a la hora de buscar y materializar aquellos procesos y proyectos que, desde nuestras necesidades y potenciales, entendamos que debemos abordar cara al futuro.
La austeridad impuesta significa la obligación de padecer sin opciones de participar con suficiencia en nuestra recuperación. ¿Alguien cree que el curso de los acontecimientos nos va a llevar a un escenario más positivo que aquel en el que pudiéramos construir con nuestras propias manos? Basta con mirar las prioridades francesas y españolas, además de su indisimulado disgusto con nuestra voluntad de autogobierno. Este es, sin duda, el momento que aprovecharán unos y otros para debilitar nuestros recursos más estructurales y con ello el apego de la población a nuestro país, sus recursos y su potencial de futuro. Ya hemos dicho que asistimos a nuevos tiempos con la necesidad de nuevas recetas. Por tanto, ahora cabe preguntarse en qué medida la austeridad impuesta nos retrae de los recursos necesarios para abordar dicho tiempo con respuestas que ayuden a la estructuración del país.
Es cierto que la realidad global ha evolucionado vertiginosamente hacia una situación en la que a menos soberanía menores son las posibilidades de sobrevivir. Nuevas realidades, nuevos protagonistas, nuevos espacios, tecnologías, recursos. Sobrevivir en dicho escenario, por tanto, requiere reforzar conocimientos, transformar formas de hacer y de pensar. Todo ello, por tanto, precisa de una sociedad bien cohesionada y capacitada, legislaciones y normativas que faciliten la transición, recursos que inyectar a proyectos transformadores en ámbitos como la formación y la investigación, la protección social y laboral, la energía, la movilidad…
Tal vez algunos lectores no coincidan con el análisis que hacemos de la situación actual. Sin embargo, no se trata de juicios subjetivos. La evolución de las condiciones de vida materiales de la población, junto con el aumento del desempleo y el empeoramiento de salarios y condiciones laborales nos acercan a escenarios lejanos (aunque no ajenos) hasta hace poco. Una parte cada vez mayor de nuestra sociedad se acerca a la exclusión social y otra mayoritaria sufre con incertidumbre restricciones en elementos básicos como alimentación, educación o salud. Enfrentar un nuevo futuro desde una sociedad desestructurada y excluyente es el peor escenario (además de injusto) para poder responder como país.
La evolución de la legislación laboral, y en consecuencia de las condiciones laborales, merecen mención aparte. Euskal Herria asiste y padece una evolución en este plano que poco tiene que ver con su sociedad, su estructura productiva y sus necesidades estratégicas. Si bien el Reino de España persigue el objetivo de desregular su mercado laboral bajando sueldos y eliminando derechos laborales, entre otras cosas para situarse como una economía baja en costes laborales, la estructura productiva de Euskal Herria y su población activa difícilmente se pueden identificar con dicho objetivo. ¿Acaso va a resultar ahora que Euskal Herria es demasiado desarrollada y se impone el “retroceso” socio-económico para su encaje en el Reino de España? ¿Acaso Iparralde ha de proveer de jóvenes bien formados a la República, mientras su territorio pasa a ser una economía de servicios a pensionistas de alto poder adquisitivo, con un mercado de trabajo absolutamente precario? No creo que en Euskal Herria ninguna persona o sector esté dispuesto a asumir un proceso de esas características. En todo caso, precisamos reforzar las estructuras de protección social, de formación, de investigación, de mejora continua.
Igual que la protección social o el mercado laboral, la estrategia de investigación y desarrollo, así como el fomento de la innovación se están viendo seriamente resentidas. No parece que la austeridad impuesta nos esté permitiendo abordar esta realidad con proyectos y recursos en dicho ámbito. Si bien este es un eje de desarrollo indiscutible, tanto para nuestra sociedad como para nuestra economía, los recursos en I+D+i, tanto los financieros en sus diversas líneas de aplicación como las estructuras existentes estos últimos años vienen sufriendo una merma constante hasta el punto de que su consecuencias ya son visibles y lo serán aún más en el futuro. Difícilmente se podrán mantener (y aún menos crear) empresas y puestos de trabajo de mayor futuro y calidad si no se apuesta en este ámbito. Nos jugamos el futuro de nuestro empleo, nuestras empresas y nuestra economía, entre otros.
Estos ámbitos y otros más como nuestro entorno natural y su conservación, la atención a personas dependientes, la superación de las prácticas sociales sexistas, la movilidad sostenible, la periferización de territorios, la soberanía alimentaria… son víctimas de la austeridad impuesta, pero sobre todo son espacios cuyo desarrollo se frena o ralentiza por decisiones y objetivos ajenos a nuestras necesidades.
Cabe apuntar, además, que la situación que genera todo ello provoca asímismo serios enfrentamientos dialécticos entre los distintos sectores sociales (y sus respectivos intereses) que vienen sufriendo esta situación de una manera u otra. Dichos sectores están llamados a acordar para que haya una estrategia de país.
Desde Gaindegia nos gustaría que este fuera un eje de reflexión y debate en aquellos sectores comprometidos con el desarrollo social y económico en Euskal Herria. No cabe duda de que el primer paso está en verbalizar el problema, tarea que en todo caso corresponde a los agentes económicos y sociales.