¿Qué nos depararía la desintegración del euro?

JOSEBA BARANDIARAN, Economista

 

Una pregunta fácil de formular, pero que entraña dificultades a la hora ser contestada. Es por ello que hoy voy a hacer un ejercicio de economía ficción.

Teoría: si proceden de forma racional, los países permanecerán en el euro siempre que consideren que dicha circunstancia les depara un futuro más halagüeño que el que les depararía actuar fuera de la Eurozona (incluidos, por supuesto, los costes que supondría semejante cambio). Esta claro que ese razonamiento sirve igualmente para la periférica Grecia que para la central Alemania.

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Trabas legales: la legislación vigente no contempla la posibilidad de que un país de la Eurozona pueda salir del euro. Ello no quiere decir que sea imposible que se dé esa circunstancia, porque las leyes son susceptibles de ser modificadas. No obstante, un plan de salida del euro tendría que realizar, en principio, un arduo camino desde un punto de vista jurídico. Una vía podría ser, tal vez, la opción manu militari mediante un golpe de estado, pero, en todo caso, el país que decida salir del euro deberá transitar un camino de arenas movedizas. Podríamos decir, incluso, que la posibilidad de salir del euro puede ser más factible para Alemania que para un país de la periferia, porque ello requeriría, en todo caso, tener que acuñar una nueva moneda y, a priori, no parece que los nuevos Dracmas (ND) puedan hacer sombra a los nuevos Deutsche Mark (NDM). He mencionado el ND, pero también se situarían por debajo de la Eurozona el nuevo franco, la nueva peseta o la nueva lira. En el otro extremo, tengo la impresión de que sólo en NDM podría situarse, en su caso, por encima de la Eurozona.

Dificultades logísticas: la emisión de nuevas monedas y billetes no es, en sí misma, una labor sencilla, puesto que se necesitan miles de unidades, que han de llegar a todos los puntos de la zona de acción de la nueva moneda y, en consecuencia, difícilmente podrá ser una actividad que pueda realizarse en secreto o pasar desapercibida. La definición del concepto dinero es bien sencilla: es un medio de pago generalmente aceptado. Pero, claro, no es tan sencillo recabar esa aceptación, puesto que para hacer que un país cambie de monedas y billetes, debe explicarse públicamente qué nuevas monedas y billetes serán los generalmente aceptados para que la ciudadanía los pueda conocer y aceptar, para impedir posibles confusiones y fraudes y, una vez afianzada la confianza sobre la nueva moneda, ver extendida su aceptación. Ello requiere tiempo y publicidad y, tal y como se ha comentado, la ciudadanía debe de saber con antelación que dispondrá de dinero, en una nueva moneda. Otra pequeño detalle a tener en cuenta es que hay que adecuar las máquinas y dispositivos que funcionan con monedas y, en general, con dinero físico (peajes, máquinas de pago en transportes públicos, etc.); en un proceso que ni es rápido ni barato.

Gran desconocimiento: se dice que no hay nada más miedoso que el dinero y, en este caso, hay que advertir que el emisor del ND se adentraría en un camino no transitado hasta la fecha. Ello sembraría incertidumbre e inestabilidad al tratarse de una especie de experimento pero con incidencia real.

Dificultades bancarias: si, una vez familiarizadas con el euro, el gobierno comunica a las familias y a las empresas que tendrán una nueva moneda, esa noticia crearía inquietud sobre el valor relativo de esa nueva moneda, crearía inestabilidad. Un euro, hoy por hoy, es una misma moneda en toda la Eurozona, puesto que pueden recorrerse miles de kilómetros con esa moneda de un euro teniendo aseguradas su validez y su valor.

Una nueva moneda difícilmente tendrá un valor de cambio desde el primer momento (¿Quién puede fiarse de un gobierno que opta por una medida de ese tipo?), por lo que antes que al ND, las familias y las empresas podrían recurrir al viejo euro (o al NDM) para confiar sus ahorros, puesto que sería de esperar una especie de flight to quality o “huída hacia la calidad”. En el caso del NDM, probablemente muchos preferirían ese nuevo NDM a punto de emitirse en vez de un euro que se estaría hundiendo a causa, precisamente, de la previsión de esa nueva moneda. Es por ello que, tratando de preservar el poder adquisitivo propio, habría una fuerte tendencia a cambiar a euros (o NDM) los depósitos bancarios. O, dado el clima de inestabilidad, muchas personas tratarían de acumular dinero físico. Ello provocaría, de facto, una crisis de liquidez en las entidades bancarias, puesto que se formarían colas en las oficinas, o, por utilizar un término más conocido, se produciría el fenómeno popularizado en Argentina como “corralito”. A mi entender, un fenómeno como ese en un país de la Eurozona podría derivar en su extensión a toda la Eurozona. El estado emisor de la nueva moneda puede verse abocado, como mínimo, a nacionalizar la banca.

Problemas de deuda: son fáciles de identificar las razones que pueden animar a un país a emitir una nueva moneda. Una vez recuperada la capacidad de devaluar su moneda, ganaría en competitividad, volvería a tener un banco central soberano y es posible que en el futuro pueda llegar a crecer y crear empleo. Pero, cuidado, porque puede que ese país, es decir, el estado, las empresas y las familias estén endeudadas en euros (o en otra moneda extranjera) y no sólo entre ellos sino también con terceros acreedores.

Si así fuera, sus deudas se multiplicarían con la devaluación de la nueva moneda; es decir, serían, de facto, impagables y no prosperarían en el ámbito de las relaciones mercantiles internacionales, además de provocar un caos jurídico y económico de considerables proporciones. Desde una perspectiva financiera, el país que emitiera el ND y sus empresas correrían un serio riesgo de quedar en una situación de aislamiento, que no se produciría si hubiera preservado poder adquisitivo en otras monedas (en dólares, por ejemplo, o, fuera del propio estado, en antiguos euros, aunque sería preferible que, por lo apuntado anteriormente, tratara con bancos no pertenecientes a la Eurozona). Esa situación de aislamiento puede provocar una escasez de bienes, tanto básicos como de lujo, que puedan importarse habitualmente, como puede ser el caso del petróleo, ciertos alimentos, electricidad u otros bienes dependiendo del país y, muy posiblemente, propiciado por el cierre de fronteras y el control de cambio, volvería a reproducirse el estraperlo.

Es decir, sería muy probable que el estado tratara de controlar las divisas extranjeras en posesión de la ciudadanía y las empresas, tal y como ocurrió en la década de los 80 en México con los famosos “mexdólares”, donde la ciudadanía vio confiscados sus dólares. Desde entonces, las divisas de las cuentas corrientes de las personas acaudaladas de México descansan en países extranjeros. En esas circunstancias, el país estaría sumido en un proceso de empobrecimiento, por lo que disponer de riqueza en el extranjero, o en el propio país pero en divisa extranjera o en oro, supondría poder mantener el poder adquisitivo propio. ¿Qué ocurriría, entonces, si se desintegrase el euro? Pues que las familias y las empresas quedarían atrapadas en el “corralito”, quebradas o a punto de quebrar, mientras que la recién nacionalizada banca estaría, seguramente, en manos de un estado en bancarrota. Eso sí, ese estado dispondría de la maquinaria para emitir el ND, un arma hiperinflacionista de destrucción masiva que pondría en marcha la espiral infernal de la depreciación y la inflación. Y poco más, puesto que la ciudadanía y las empresas no tendrían ninguna tentación de repatriar su ahorros en el extranjero.

También se apreciarían, por lo menos a corto plazo, una muy limitada capacidad de atraer inversión extranjera, además de dificultades para conseguir bienes fabricados fuera del propio estado, que se verían agravadas por la escasez de materias primas y energía. Ello ofrecería un panorama que no sé si se podría comparar con una tercera guerra mundial, pero que se me antoja parecida a una guerra nuclear. Y eso sin haber analizado los posibles contagios y daños colaterales.

¿Qué descenso del PIB o qué tasas de desempleo podría desencadenar esa circunstancia? No sabría determinarlo, pero serían impactantes. ¿Provocaría daños irreversibles? Creo que sí los causaría en el proceso de construcción europea, puesto que es más grave destruir lo construido en 60 años que retroceder 60 años en el tiempo. También finalizaría periodo en el que toda la ciudadanía de Euskal Herria ha dispuesto de la misma moneda, con el consiguiente refuerzo de las fronteras internas.

Parece ser que Mariano Rajoy afirmó el pasado 18 de noviembre que la economía española pretende seguir en el euro (y por el momento no he escuchado a ningún otro candidato decir lo contrario, ni tampoco a los miembros del movimiento 15-M ni de ningún otro movimiento). Afirmó que la moneda única es un proyecto político y que debe ser irreversible (la cursiva es mía); y que la postura de su partido al respecto es firme. El propio Jacques Sapir, economista que ha planeado la salida de Francia del euro, establece como objetivos de su plan la realización de modificaciones sustanciales en los ámbitos institucionales y macroeconómicos. Pero desde la izquierda Michel Husson y otros autores le han contestado que esos cambios deben llevarse a cabo antes, incluso, de cualquier posible salida futura del euro. En otras palabras: le recuerdan que, de darse esos cambios (aumento del peso de los salarios en la economía, refuerzo de los sistemas de protección social, férreo control de capitales, control sobre las bancas estatales, etc.) se estaría en un contexto muy diferente.

Será más fácil remodelar Europa que desterrar el euro. Los enemigos comerciales y políticos de Europa serían los mayores beneficiados de la desintegración del euro. En todo caso, recordemos, para terminar, la condiciones que, anteriormente a la creación del euro, conocíamos para crear una zona de unión monetaria en condiciones satisfactorias: 1) que sea una unión entre economías de fuerte integración comercial y que se trate de economías abiertas; 2) que la incidencia de los acontecimientos o shocks económicos sea simétrica, es decir, que hayan pocas circunstancias o shocks que favorezcan a un estado y perjudiquen a otro. Para ello debe de prevalecer entre ellos un comercio más intrasectorial (tú me vendes ropa Adidas y yo te vendo ropa Astore; o tú me vendes trenes Alstom y yo te vendo trenes CAF), que intersectorial (tú me vendes maquinaria y yo te vendo turismo, fruta o vino); 3) movilidad del empleo en la zona de unión monetaria (en Andalucía tienen una tasa de desempleo del 31%, mientras que Alemania ha logrado la mayor tasa de empleo de su historia…); y 4) federalismo fiscal (!).

  Confiemos en no tener que asistir a su desintegración.