En primer lugar quiero agradecer la invitación para realizar una aportación a este Informe Gaindegia 2011. Desde la vinculación y compromiso que he mantenido con el proyecto de Gaindegia me resulta, pues, de gran satisfacción abordar esta colaboración.
Dicho esto, quiero resaltar la trascendencia de un año que, a buen seguro, marcará con especial significación la historia contemporánea de Euskal Herria, aunque, en el plano personal, me haya supuesto volver a la cárcel -El Dueso- de triste recuerdo para miles de ciudadanos vascos, entre ellos mi aitona Agustín Usabiaga.
2011 ha sido un año de cambios en variables estructurales que determinarán nuestra evolución como colectivo nacional en proceso de emancipación. Cambios que han cohabitado de forma autónoma en el complejo tránsito de los territorios vascos a nuestros escenarios políticos y socio-económicos. Pero, sin duda, estamos ante un punto de inflexión tras una década de bloqueos de diferente naturaleza, ante un punto de inflexión en la activación de energías para el despegue de la nación vasca en el universo internacional.
Por un lado, los azotes de la crisis sistémica desatada por la codicia del capital financiero -agudizada en el ámbito español por la burbuja inmobiliaria y la cultura de corrupción, despilfarro y "pelotazo"- ha incidido de forma importante en nuestro tejido productivo, en los instrumentos financieros y en los derechos sociolaborales de los trabajadores.
Las consecuencias se han reflejado en un notable incremento del desempleo, en la reducción de rentas, en el debilitamiento de los servicios públicos para la mayoría social trabajadora, en la incertidumbre ante el futuro de algunos sectores productivos (automoción, acerías…), en el desahucio de muchas familias de sus viviendas, en el aumento de la pobreza y la marginación. En definitiva, en un deterioro alarmante del llamado estado del bienestar. Unos efectos perniciosos que se han visto aumentados por la falta de soberanía político-económica que padece nuestro pueblo y por las medidas neoliberales impulsadas por las diferentes instituciones.
Por otro lado, el cese definitivo de la lucha armada por parte de ETA y la conformación de un bloque soberanista de amplio espectro que ha cosechado unos grandes resultados electorales, han sido acontecimientos de gran incidencia transversal en todas las variables sociopolíticas de nuestro país. Estos cambios sustanciales en el escenario político, sustentados en la reflexión estratégica protagonizada por la izquierda abertzale, han abierto los diques que caracterizaban el triple bloqueo instalado de forma extremadamente peligrosa en el proceso de emancipación nacional, social y cultural de Euskal Herria.
Un primer bloqueo, en relación a un deseado escenario de paz y normalización democrática, que podía provocar la estabilización de un nivel de confrontación, sufrimiento y vulneración masiva de derechos, que impedían generar movimientos capaces de condicionar evoluciones hacia soluciones democráticas.
Un segundo bloqueo, en torno a la correlación de fuerzas del abertzalismo con los sectores constitucionalistas, que nos dirigía inexorablemente -con el influjo indirecto de otras variables económicas, demográficas, migratorias- al debilitamiento del proyecto nacional vasco en una coyuntura de agotamiento de los marcos institucionales impuestos por Madrid y París.
Y un tercer bloqueo en la aportación individual y colectiva -compromiso, militancia- que amenazaba con gripar el motor social imprescindible en la batalla social, económica y cultural de este pueblo.
En este nuevo tiempo, desde este ámbito de Gaindegia, quiero destacar la importancia del desbloqueo en la aportación individual y colectiva de agentes sociales, entidades profesionales, espacios universitarios, empresariales para la superación de compartimentos estancos y, por contra, de la necesidad de mayor análisis y reflexión colectiva de carácter estratégico en todo el espectro socio-económico.
La división territorial; la inercia autónoma de las organizaciones económicas y sociales; los efectos de las tesis neoliberales en la vertebración de la participación social democrática; el virus individualista que contagia los comportamientos sociales; son agentes diluyentes a combatir en el desarrollo progresivo de un proyecto nacional.
En el nuevo ciclo abierto, en el marco del debate inevitable sobre el reconocimiento nacional y nuestro legítimo derecho a decidir, la variable socio-económica, unida a la cultural como nervio del proyecto nacional, será determinante para una ampliación de un suelo social soberanista-independentista que cimente la construcción de la nación vasca en todas sus dimensiones.
El vector de exigencia de soberanía política y económica tiene que estar complementado a un proyecto económico y social que extienda de forma natural y objetivamente interesada el proyecto nacional vasco en sectores sociales enganchados por la épica política distorsionada del españolismo y el jacobinismo.
Hoy la sociedad vasca percibe de forma mayoritaria y progresiva que Madrid y París son un lastre para abordar políticas económicas y sociales propias, que no nos representan, no nos escuchan, que solo nos niegan e imponen. Por tanto, tenemos que desarrollar un conjunto completo para dar continente y contenido al soberanismo-independentismo. Hay que fomentar un independentismo natural, que permita modificar las adhesiones sociales a niveles determinantes para acceder al estado vasco en Europa. Eso sí, nunca se podrá formular, y menos construir, un programa-proyecto soberanista desde tesis neoliberales. Soberanismo y neoliberalismo son conceptos incompatibles para configurar una mayoría social cohesionada en un proyecto nacional de futuro.
Así pues, en esta encrucijada histórica el soberanismo-independentismo tiene que dotarle a su reflexión y propuesta socio-económica una atención prioritaria. Hay que abrir espacios influyentes de análisis, investigación y debate entre agentes económicos y sociales, permitiendo una dialéctica diferente en torno a temas de carácter estratégico en la vertebración de un proyecto económico nacional. Hay que integrar la aportación de un importante capital humano abertzale que, ubicado en el "mercado" -empresas, universidad, instituciones- está actualmente al margen de la dinámica organizativa clásica y del ámbito político-institucional.
Euskal Herria carece de recursos energéticos propios que posibiliten pivotar sobre ellos un desarrollo económico tradicional. Pero ese déficit se ve compensado por la existencia de un capital humano social preparado, especializado y con capacidad innovadora. Él constituye la única materia prima real y objetiva para soportar un proyecto económico en un marco nacional vasco. Para lograrlo es obligado un esfuerzo y un tensionamiento permanente ante un entorno político y económico siempre amenazante y dispuesto a engullir o disolver pueblos y culturas en su insaciable apetito uniformizador.
Por lo tanto, se hace indispensable consolidar ámbitos plurales en su composición y transversales en su alcance, que permitan aportar ideas, análisis y propuestas que doten de una mirada a largo plazo a un proyecto económico nacional.
Para lograr ese objetivo sería conveniente poner en marcha un proceso de diálogo nacional, amplio y heterogéneo, pero convergente en su apuesta por una nación vasca posible, viable, integrada y solidaria como prioridad colectiva en el mosaico social vasco.
Así pues, este nuevo tiempo necesita de instrumentos nuevos, frescos, que sin estar condicionados por la lucha por el poder, ni por el interés en fiscalizar la actividad cotidiana de instituciones u organizaciones, sean un banco de crédito que inyecte capital intelectual a los mimbres de reflexión y propuesta que un proyecto económico y social de alcance nacional necesita.