Artículo escrito por el experto en patentes Ismael Igartoa a raíz de la publicación Patentes en Euskal Herria
TRES MALENTENDIDOS Y UN RETO
Tratando de resumir la historia de las patentes en Euskal Herria en un artículo, podríamos situarnos inicialmente por ejemplo en los años cincuenta-sesenta del siglo pasado. Hemos solido escuchar que por aquel entonces el desarrollo industrial se impulsó en parte a través de la copia de tecnología extranjera. Parece que las únicas patentes que se tenían en cuenta entonces eran las chapitas a modo de matrícula que daban los ayuntamientos para las bicicletas.
Con el tiempo, iniciada ya la década de los ochenta, las empresas vascas empezaron a registrar y administrar las patentes, pero siempre como acción “defensiva”. Además, muchas veces este uso “defensivo” se basaba en un concepto equivocado: “si patento mi producto, nadie me podrá pedir cuentas con sus patentes”. El único derecho que nos confiere una patente es el de impedir que terceros puedan fabricar y vender sin nuestro consentimiento, no nos garantiza que nosotros mismos podamos fabricar y vender el producto que hemos patentado. Puede ocurrir que nuestro producto sea patentable en la medida en que sea una mejora de los ya existentes (por incorporar características adicionales que lo convierten en nuevo e inventivo), pero que al mismo tiempo ese producto caiga dentro del ámbito de protección de otra patente previa (por incorporar la combinación de características protegida en esa patente previa). No tener esto claro ha solido originar serios dolores de cabeza, y desgraciadamente los sigue originando. He aquí el primer malentendido.
Después, acercándonos ya hacia el final del siglo pasado, nuestras empresas empezaron a dar el salto de la mera administración de las patentes a la gestión de las mismas: vigilando y analizando las patentes de la competencia, sistematizando el registro de patentes, etc. Desde entonces, afortunadamente son cada vez más las empresas vascas que han adquirido conciencia de la importancia de la información recogida en las patentes, de toda la sabiduría aprovechable que atesoran. Junto con esto, cada vez más empresas han interiorizado que es fundamental prevenir el riesgo de infracción de patentes de terceros. Sin embargo, casi siempre la gestión de las patentes propias suele ser una gestión pasiva, y por ejemplo se pierden oportunidades de registro de patentes porque se divulgan las invenciones antes de presentar la solicitud de patente correspondiente. Todavía hay empresas que acuden a nosotros para pedirnos que patentemos invenciones que ya han sido divulgadas en ferias, en publicaciones o mediante su venta, sin ser conscientes de que no se cumple el primero de los requisitos de patentabilidad: la novedad mundial (por mucho que la invención sea nuestra, si la hemos divulgado ya no es nueva). Segundo malentendido.
Otra fuente de frustración relacionada con las patentes deriva del hecho de no tener claro lo que protege una patente, y éste es el tercer malentendido que quiero destacar. Se tiende a pensar que lo que protege la patente es el propio producto al que se refiere, y que por lo tanto para concluir si hay infracción se ha de comparar el producto del titular de la patente (o por lo menos lo que aparece en las figuras de la patente) con el producto presuntamente infractor. Esto trae consigo que a veces los infractores de patentes se muestren estupefactos y se pregunten: “¿cómo es posible que mi producto infrinja esa patente, siendo tan distinto del producto patentado?”. Ocurre que el alcance de una patente viene determinado por sus reivindicaciones. Las reivindicaciones son definiciones de la solución técnica que se pretende proteger, el producto que cae dentro de alguna de esas definiciones (el producto que incorpora todas las características de alguna de esas definiciones) infringirá la patente. La reivindicación principal (la definición principal) de una patente puede ser muy general.
Siguiendo con este tercer malentendido, me ha tocado escuchar frases como la siguiente en boca de titulares de patentes: “patentar no sirve para nada, los competidores introducen un pequeño cambio con respecto a mi producto y ya se saltan la patente”. Estas afirmaciones sueles ser fruto de malas experiencias a la hora de intentar hacer valer las patentes propias. En estos casos lo que ha ocurrido es que las reivindicaciones de las patentes obtenidas han sido muy concretas, a menudo excesivamente concretas. Por tanto ha sido sencillo para el competidor no reproducir todas las características de la reivindicación (definición) principal. Patentemos, pero patentemos bien.
Tres malentendidos sobre las patentes. Hay más. Síntomas evidentes de la falta de cultura de patentes que hemos tenido y que en gran medida seguimos teniendo en Euskal Herria. Ahí están los indicadores relativos al número de patentes. En todo caso, el problema es más cualitativo que cuantitativo, consecuencia de esta falta de cultura de patentes a la que aludía. Fomentemos la cultura de patentes en nuestras empresas, a ver si poco a poco pasamos de una gestión pasiva de las patentes a una gestión activa, estableciendo una estrategia de patentes perfectamente alineada con la estrategia empresarial y tomando medidas para que nuestras patentes sean rentables. He aquí el reto.