El beneficio de funcionar como uno solo
Cuando recibí la propuesta de escribir un artículo, la primera duda que me asaltó fue la de la vigencia de lo que pudiera escribir, puesto que es difícil saber si lo que uno escribe hoy tendrá vigencia en el momento de su publicación o si, por el contrario, alguna nueva medida o situación sobrevenida afectará a la vigencia del texto. Hoy por hoy, la situación volátil de los mercados hace que día tras día se sucedan casi ininterrumpidamente las noticias y los anuncios de nuevas medidas.
El euro, como es bien sabido, comenzó su andadura en 1999 y, de la mano de la política monetaria única, se puso en marcha el proceso de constitución de la Eurozona. Pero el crecimiento económico experimentado por aquel entonces fue retrasando ese proceso de constitución y, concretamente, demoró la necesidad de llevar a cabo ese proceso. Dentro de ese proceso, también pudimos asistir a situaciones que indicaban que no todos los países de la UE ni sus ciudadanos tenían los niveles necesarios de concienciación y sensibilización acerca de la constitución de la Eurozona, como bien pudo verse en el rechazo a la Constitución Europea. En todo caso, el crecimiento experimentado en aquella época propició la perpetuación de la falta de eficiencia del sistema.
Deuda soberana
Pero la situación ha cambiado radicalmente desde entonces hasta ahora, puesto que Italia, la tercera economía europea y miembro del G7, ha necesitado ser auxiliada por Europa. Su situación, unida a las de Portugal, Grecia e Irlanda, nos advierten de la inestabilidad de la Eurozona. ¿Pero cómo se ha llegado a esa situación? La razón estriba en que la política monetaria única necesita transitar de la mano de políticas económicas y tributarias únicas y las condiciones establecidas en aquel momento para ser miembro de la Eurozona no llegaron a establecer las medidas y decisiones que se deben tomar cuando algún país tenga problemas para cumplir esas condiciones. Hoy en día oímos hablar de los eurobonos, de un presupuesto único y otros conceptos, pero para ponerlos en práctica todos los países deben acordar su implantación y ello requiere de un tiempo demasiado largo para la lógica de los mercados.
¿Qué incidencia tiene todo ello en la deuda soberana que hemos mencionado anteriormente? Pues tiene, precisamente, una incidencia directa y decisiva. Si un país no es capaz de ingresar los recursos suficientes para hacer frente a sus gastos e inversiones, debe tratar de buscar financiación, fundamentalmente, de dos maneras: solicitando préstamos o financiación a las entidades financieras o haciendo diferentes emisiones. Esas emisiones pueden ser suscritas por diferentes inversores, como pueden ser planes de pensiones, fondos de inversión, entidades financieras o particulares. La entrada en vigor del euro propició el acercamiento a niveles similares de los tipos de interés de las deudas de los diferentes países, es decir, favoreció la equiparación de los costes de financiación. Ello supuso la creación de un amplio mercado en Europa y normalizó las compras de deuda nacional por parte de inversores de distinta procedencia.
Pero la falta de eficacia sistémica mencionada anteriormente ha propiciado que aumente la distancia entre los tipos de interés de las distintas deudas, es decir, la diversidad de presupuestos, normativas y políticas ha posibilitado el incremento de las primas de riesgo. ¿Cómo puede hacer frente Europa a una situación en la que un país necesita pagar un 7% de costes de emisión mientras otro tiene un coste del 1,8%? Es urgente e imprescindible tomar medidas, pero cada vez hay menos tiempo para evitar unas consecuencias que pueden ser aún más graves.
La pregunta recurrente es: ¿Qué solución tiene esta situación? Pueden haber muchas propuestas dependiendo del economista o político al que se le pregunte, aunque ninguno obviará la necesidad de estructurar una política económica y fiscal única para toda Europa. Las claves pueden ser disponer de mayor poder decisorio, poder emitir eurobonos, tener un único presupuesto, una fiscalidad centralizada y crear un claro liderazgo que nos haga salir del atolladero. Soy de la opinión de que los beneficios que le puede reportar a Europa la cesión de soberanía por parte de los estados y poder funcionar como un único ente (poder igualar los costes de financiación, etc.) le pueden abrir las puertas del futuro a la UE.